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miércoles, 26 de abril de 2017

Me gusta verte con esa cara de lujuria mientras estás por penetrarme, tardas en hacerlo porque gozas hacerme esperar, aún sabiendo que voy muriendo por poder sentirte tan dentro y tan hóspito en mí. Amo que sujetes mi cuello como queriendo asfixiarme, sé que lo notas, que me encanta, que es así como me lubrico más y me desespero porque ya lo hagas ¡Métemela ya!, te lo pido, grito y suplico terminando mi frase en un gemido. Tú sonríes concentrándote mejor en mis pechos, sinónimos de belleza, suavidad, ternura y grandeza. Son dos montañas llenas de recuerdos y de sensaciones poco descriptibles. Me observas y yo boquiabierta volteo a ver tu dureza, que al igual que mi vagina, está deseosa; pero ésta con ganas de entrar a embestirme como un desenfrenado violador que ha estado en paro por inciertos de la vida y está más deseoso que nunca por hacer garras a su víctima. Dejándome sin aliento, en llanto y deliciosamente adolorida.
Ya te veo venir, creo una imagen de que estás penetrándome muy fuerte al tiempo en que tu mano azota mi cara, como si me hubiese portado mal y es que no me importa que tan duro lo hagas porque si eso crees que merezco, asumo las consecuencias y mejor aún que si eso te excita, yo me excitaré también. Soy tuya y es por eso que quiero tenerte dentro, sentirte tan cerca mío transformándonos en uno solo, disfrutar del tiempo, nuestras respiraciones al igual que lo que sentimos y vemos. Pasas tu glande por mi clítoris y noto como me he encendido más, ya te quiero, te necesito, te deseo. Te acercas a mi rostro y adoro eso; tu lengua sobre mi cara. Entonces siento que entras, no de una forma sigilosa ni silenciosa sino como quien conoce su territorio y anhela con grandes ganas pasarse rápido haciendo lo que debe, lo que le gusta, lo que le prende, lo que le es suyo, violando lo que le pertenece... Me gustas y sé que también te gusto porque lo veo en tu mirada y más cuando descargas dentro mío tus semillas, esperma que baja por mi vagina y escurre hasta mi vulva...
                                                                                                                             -Mapachita


martes, 18 de abril de 2017


Carlota es mi mejor amiga, acudí con ella a las pruebas de vestido de novias, le quedaban divinos, su figura es hermosa y cualquiera que se probaba se le veía asombroso. Regresamos a su casa para pasar a comer ya que toda la mañana anduvimos ocupadas, en ese mismo año contraería matrimonio con Armando, un hombre serio, seguro y muy alto. Así que mi amiga necesitaba de mi apoyo pues los preparativos iban a ser exhaustos. Preparamos un pollo al vapor acompañado de verduras, dialogando sobre cómo iba todo, me contaba que estaba enamoradísima de su prometido a pesar de tantos años juntos, 7 para ser exactos. Su relación era perfecta, se llevaban bien y era el momento justo para jurarse amor eterno dándose el Sí. Suena bonito ¿no?, todo un cuento de hadas. La verdad es que eran el uno para el otro y les deseaba toda la felicidad, yo por el contrario no había podido establecer ninguna relación, me encontraba soltera y sin interés alguno ya en buscar pareja.

Al terminar de comer me dirigí a la casa y al acostarme para descansar me entró una llamada de Armando, lo que me pareció raro, en fin, respondí y me preguntó si podríamos vernos en media hora, que pasaba por mí a la casa, le dije que estaba bien. Llegó y lo recibí afuera, nos sentamos a dialogar y me contó lo nervioso que estaba por la boda, la fecha se acercaba y estaba dudándola pero aún sabiendo que era lo correcto el casarse con Carlota. Le dije que era normal sentirse así pero si se veía con ella a futuro y la amaba pues todo iba a estar bien. Que solo era miedo a lo desconocido pero ya una vez que pasara iba a sentirse muy feliz. Se calmó un poco y me dio las gracias por brindarle la atención pues no tenía amigos cercanos para hablar sobre el tema. Le sonreí y me miró un largo tiempo, me sentí extraña pues no habíamos tenido esa cercanía y era demasiado atractivo. Me pidió el baño y lo hice pasar a casa. Me senté a esperarlo en el sofá mientras pensaba en ciertos pendientes que me tocaba realizar al día siguiente, también tomaba una copa de vino. Salió y me levanté enseguida para despedirlo, me dio un abrazo y al retirarse intentó darme un beso pero logré quitarme empujándolo hacia atrás. Pidió disculpas y se marchó.

Sé que fue rara la situación, sin embargo, dejé de lado ese momento, no debía darle tanta importancia pero también pensaba en que podría ser que no era el hombre adecuado para Carlota, en fin, así suelen ser la mayoría de los hombres y no les juzgo tanto; su instinto animal les domina.

Cené una fruta con un vaso de agua para no irme a acostar con el estómago tan lleno.

Caí en un sueño, sueño del cual empezaría un deseo carnal. Armando estaba besándome los labios y me decía al oído lo excitado que estaba de sentir mis pechos pegados a su cuerpo. Yo me sentía húmeda pero en eso aparecía Carlota y se llenaban sus ojos de lágrimas al ser traicionada por nosotros. Desperté acalorada y con ganas de besarme con Armando sabiendo que no era lo ideal. Volví a dormir.

Al día siguiente no dejé de recordar ese sueño, estaba consciente de que había ocurrido por la razón de que él intentó besarme esa noche y a pesar de que estuvo mal el sueño, no me lo quitaba de la cabeza. Esa tarde lo volví a ver pero ya lo observaba diferente, la química había aumentado y como es muy guapo no podía pensar en otra cosa que no fuera ese sueño nocturno con él. Lo saludé con normalidad, olía delicioso, vestía elegante, limpio y sus labios me incitaban al placer. Estuve muy atenta a lo que platicaba Carlota y en esa felicidad de Armando al escucharla también.

Pasaba gran tiempo con mi amiga y de vez en cuando me tocaba ver a Armando pero no a solas. Mis sueños me perseguían cada vez más figurándome a Armando sobre mí, yo sobre él o acostados de lado calentándonos nuestro cuerpo, por más que rechazaba esos sueños en mi cabeza, no se iban. Después tuve que evitar salir con Carlota si Armando estaría presente, no quería verlo porque ya las sensaciones me parecían muy incómodas, no podía sobrellevarlo.

Armando no me escribía, no me llamaba, actuaba como todo hombre debía de actuar estando en esa posición de compromiso y estaba bien pero ¿Por qué había intentado besarme aquella vez?, igual y se dejó llevar un poco y él sí pudo dejarlo de lado, no como yo, que me era imposible dejar de imaginarlo.

La fecha de la boda se acercaba y Carlota más me necesitaba, solía quedarme a dormir en su casa, charlábamos horas, reíamos, comíamos juntas y a veces me tocaba escucharla discutir con  Armando, pero dentro de lo normal, ambos estaban muy estresados lo cual era completamente entendible. Un miércoles salí a correr muy temprano, di unas cuantas vueltas al parque, disfrutaba de la naturaleza y esa mañana alegre y fresca, otras personas caminaban, algunas también corrían, las aves cantaban y mi sudor ya por mi cara escurría. Llegué a la casa, me dirigí a la regadera para tomar un baño, bajé mi ropa al igual que me deshice de la ropa interior, dejé al descubierto mi desnudo cuerpo, solté mi cabello y me hundí en esa agua hirviendo, el chorro de agua llenaba toda mi piel de calor, vapor y profundos deseos. Pasé mis manos por mis pechos, masajeándolos con delicadeza, bajé mi mano derecha y con mis dedos palpaba mi clítoris que con el agua caliente había ya endurecido, estaba demasiado excitada que no pude contenerme por masturbarme, introduje mis dedos en mi vagina pensando en que Armando lo hacía y no yo. Terminé en orgasmo, cansada y aún con enormes ganas. Me recosté sobre la cama.

Estaba boca abajo sin sostén y en bragas, había dejado la puerta abierta y es por esa razón que Armando pudo entrar sin ningún problema, sus dedos tocaban mis pies, subían por todas mis piernas hasta quedarse en mis ingles formando figuras irregulares con sus yemas, la sensación era placentera, mi respiración aumentaba y paró al momento en que hizo de lado mi ropa interior, en ese instante me giré hacia él, metió un dedo que predeterminadamente había saboreado con su lengua, gemí y pude sentir ahora dos, la fuerza ascendía y no me mantenía callada, mis gemidos podían traspasar las paredes, lagos, montañas. Tres dedos me penetraban y su lengua sobre mi clítoris ya se posicionaba, lo mordía con sus labios al mismo ritmo que me masturbaba. Son esas ambas cosas las que me matan, por consiguiente vino el orgasmo, mis piernas perdieron su fuerza, mis paredes vaginales se contraían entre sí y mi clítoris hinchaba en dolor… descansé un par de minutos. Sus pantalones estaban ya abajo, pasé mis dedos sobre sus bóxers, acariciándole la erección, no aguanté más y se la saqué, estaba dura, muy lista para ser lamida por mi boca, se la lamí por todos los lados con objetivo de lubricarla, con mi mano derecha la sujeté y empecé a masturbarlo, noté como el pre seminal comenzaba por salir de la uretra, volteé a verlo, sus ojos miraban hacia arriba y su boca entre abierta jadeaba un poco, metí su glande en mi boca para succionarlo con una ligera fuerza, mi lengua giraba alrededor de su cabeza, mi mano tiró hacía atrás su prepucio y su miembro se adentró más en mi boca, se lo chupaba al tiempo en que movía la piel que cubre todo su pene, el sabor era rico y sus jadeos me calentaban más. Lo hice más rápido y fuerte y entonces sentí su descarga, el semen se derramaba por mis labios y mi garganta pasaba el resto del esperma expulsado.

Desperté con mis partes íntimas calientes palpitantes, y sí, estaba sobre la cama, semidesnuda pero sin él. Había sido otro más de esos sueños que estaban atormentándome, me toqué las bragas y como era de esperarse estaban muy húmedas.

Era tanto el deseo de estar con él que pensé en llamarle e invitarlo a casa, pero la moral me inmovilizaba.

Se llegó el día de su boda, y Carlota ahí estaba, luciendo ese vestido color mármol, bien entallado y lujosa pedrería. ¿Qué decir de Armando?, bien peinado, vistiendo traje oscuro, zapato impecable y una sonrisa encantadora. Sus manos lucían impacientes, le sonreí de lejos, Carlota seguía en su habitación frente al espejo y yo ya la esperaba afuera, Armando estaba por irse pues tenía que llegar antes que su prometida, me acerqué a él después de la sonrisa que le brindé a distancia, no pude decirle nada pervertido, ni contarle esas ganas incontrolables que tenía de estar junto a él perdidos en la perversión, así que solo le abracé y le di las felicitaciones. Nuevamente las fantasías aparecieron al sentir su brazo pasar por mi cintura, otra vez percibir su olor y más que nada me alteraba la cercanía, podíamos estar en ese momento en mi recámara haciéndonos garras pero no, estábamos en situaciones diferentes y no éramos el uno para el otro;  Carlota era para él y Armando para ella. Era así de simple.

¿Podría seguir con esos pensamientos inmorales?, debía hacer algo puesto que el deseo se acabaría en el momento de realizarlo o peor aún, terminarían por desatarse aún más los deseos y jamás llenarlos. Lo triste es que el mal ya estaría hecho.
   


-Mapachita

sábado, 8 de abril de 2017

Mi vecino
Esa noche él entró mientras yo estaba en la cocina
no me percaté de ningún ruido ya que picaba verdura para la cena
por lo que el ruido que yo provocaba no dejaba que me diera cuenta
de que mi vecino se las estaba ingeniando para entrar.
De unas semanas atrás él ya me echaba miradas sugestivas,
una ocasión se acercó a mi patio para hacerme una pregunta
demasiado boba, pero amablemente le respondí,
a veces me daba miedo verle a altas horas de la noche
cerca de mi jardín pero como somos vecino no quería
pensar que podría  robar cosas de mi casa, quizá andaría ocupándose
de cosas suyas en su patio que está junto al mío.
Su piel morena como la noche, bien formado, ojos penetrantes,
de esos que intimidan y más sabiendo que cuenta con un cuerpo
fornido y algo ejercitado, podría jurar que era raza de descendencia africana,
¡MALDITAS ETIQUETAS!, al parecer vivía solo y no llevaba mucho tiempo ahí,
solía salir sin playera, sin embargo, no captaba tanto mi atención,
prefiero los güeros para ser honesta además de que me daba desconfianza,
no por su color sino por esa actitud que cargaba consigo; altanero y algo enfermo.
Entró a la casa y lo supe cuando me sujetó por detrás, se pegó a mí susurrándome
palabras que no podía comprender de lo bajo que las decía, su aliento calentaba mi cuello
y orejas, no hice ningún movimiento, sus manos se colocaron sobre mi cadera,
se acercaba tanto a mi trasero que podía sentirlo caliente…
tocaba todo mi cuerpo estremecido por su presencia,
seguía yo inmutada, mi mente estaba pensando en cómo
quitármelo de encima pero era suficientemente fuerte como para que yo pudiera
pelear contra él. Grité en el momento que me jaló el cabello, mordió
mi espalda y me volteó hacia él, sus ojos me comían en el primer par de segundos
que los vi, tomó el cuchillo de mi mano y lo pasó entre mis labios,
reía en silencio quizá pensando en que me moría de miedo,
pidió me desabrochara la blusa pero no lo hice,
de pronto el cuchillo empezó a hacerlo, rasgándola hasta
que me dejó en sostén.
Los apretó con sus enormes manos, me quejé y quise zafarme de él,
 entonces fue ahí donde me hizo un ligero corte en la cara
como muestra de su poder, de que era capaz de hacer cualquier cosa
si intentaba hurí de él, me quedé quieta y sus manos seguían jugando
con mis senos, bajó mis pantalones y me acercó sus partes bajas,
podía percibir una exagerada dureza como un grande tamaño,
solo pensaba en que si me violaba quizá podría dejarme adolorida,
puesto que tenía ya tiempo sin mantener relaciones sexuales así que
estaba desacostumbrada, me tenía muy pegadita a él, estaba disfrutando
el tener a su presa de frente, su sonrisa era  grande con esos dientes color marfil,
con unos labios carnosos, comenzó a besarme, no de la manera que muchos acostumbran,
eran muy suaves y de buen sabor, sus dedos se colaron por mis bragas para masturbarme
y el momento en que me sintió lubricada vino lo impresionante,
sacó de sus pantalones su gran miembro; había visto penes grandes y hermosos
pero el de él, era gigante y demasiado grueso, él bien sabía que me iba asombrar
ya que en el momento en que me veía, llevaba el ego en su mirada.
¡Date la vuelta!, me ordenó con fuerte voz. Le di la espalda y su brazo hizo el trabajo de
acomodarme a su mayor comodidad, bajó mi ropa interior y su pene lo agitaba pegando en
mis nalgas, la verdad es que lo único que pensaba en ese momento era en que
estaba por penetrarme un trozo muy grande, oí que escupió sobre su mano
acto seguido, la pasó por mi vulva la cual tal vez y no queriendo tanto ya estaba en espera
de recibirlo…pujé en el instante en que intentó penetrarme,
mi vista comenzó a nublarse un poco por la razón de tensarme por el esfuerzo
que mi vecino estaba ejerciendo en mi vulva y vagina. Le dio con mayor fuerza
y es como pudo entrar la primera parte de su pene, esa fricción era increíble, 
a pesar que dolía un poco, el saber que la tenía grande, provocaba excitarme hasta que pude sentirla toda dentro de mí fue cuando la excitación pasó a ser demasiada, lo hacía delicioso,podía sentir sus testículos hirviendo golpeándome  al compás de su movimiento,
estiraba mi cabellera cada vez más fuerte, mis gemidos se potencializaban
impresionantemente, me llevó hacia el suelo poniéndome boca arriba con mis piernas sobre
sus hombros y seguía dándome duro, sus manos pellizcaban mis pezones, pasaba su lengua
por mi boca hasta descargarse por completo en mi cara.
No satisfecho con eso, regresando del baño y al paso de unos minutos
me mandó a peinarme y hacerme dos coletas, volví y justo en la sala me hincó,
metió su pene en mi boca para que se lo chupara mientras me sujetaba con sus manos
las dos colitas que me había hecho ya en el cabello, su miembro estaba delicioso,
con un sabor dulce, lo masturbaba con mis manos mientras mi boca
también jugaba el mismo rol, mi vecino, qué rico estaba el tipo.

-Mapachita