Carlota es
mi mejor amiga, acudí con ella a las pruebas de vestido de novias, le quedaban
divinos, su figura es hermosa y cualquiera que se probaba se le veía asombroso.
Regresamos a su casa para pasar a comer ya que toda la mañana anduvimos
ocupadas, en ese mismo año contraería matrimonio con Armando, un hombre serio,
seguro y muy alto. Así que mi amiga necesitaba de mi apoyo pues los
preparativos iban a ser exhaustos. Preparamos un pollo al vapor acompañado de
verduras, dialogando sobre cómo iba todo, me contaba que estaba enamoradísima
de su prometido a pesar de tantos años juntos, 7 para ser exactos. Su relación
era perfecta, se llevaban bien y era el momento justo para jurarse amor eterno
dándose el Sí. Suena bonito ¿no?, todo un cuento de hadas. La verdad es que
eran el uno para el otro y les deseaba toda la felicidad, yo por el contrario
no había podido establecer ninguna relación, me encontraba soltera y sin interés
alguno ya en buscar pareja.
Al terminar
de comer me dirigí a la casa y al acostarme para descansar me entró una llamada
de Armando, lo que me pareció raro, en fin, respondí y me preguntó si podríamos
vernos en media hora, que pasaba por mí a la casa, le dije que estaba bien.
Llegó y lo recibí afuera, nos sentamos a dialogar y me contó lo nervioso que
estaba por la boda, la fecha se acercaba y estaba dudándola pero aún sabiendo
que era lo correcto el casarse con Carlota. Le dije que era normal sentirse así
pero si se veía con ella a futuro y la amaba pues todo iba a estar bien. Que
solo era miedo a lo desconocido pero ya una vez que pasara iba a sentirse muy
feliz. Se calmó un poco y me dio las gracias por brindarle la atención pues no
tenía amigos cercanos para hablar sobre el tema. Le sonreí y me miró un largo
tiempo, me sentí extraña pues no habíamos tenido esa cercanía y era demasiado
atractivo. Me pidió el baño y lo hice pasar a casa. Me senté a esperarlo en el
sofá mientras pensaba en ciertos pendientes que me tocaba realizar al día
siguiente, también tomaba una copa de vino. Salió y me levanté enseguida para
despedirlo, me dio un abrazo y al retirarse intentó darme un beso pero logré
quitarme empujándolo hacia atrás. Pidió disculpas y se marchó.
Sé que fue
rara la situación, sin embargo, dejé de lado ese momento, no debía darle tanta
importancia pero también pensaba en que podría ser que no era el hombre
adecuado para Carlota, en fin, así suelen ser la mayoría de los hombres y no
les juzgo tanto; su instinto animal les domina.
Cené una
fruta con un vaso de agua para no irme a acostar con el estómago tan lleno.
Caí en un
sueño, sueño del cual empezaría un deseo carnal. Armando estaba besándome los
labios y me decía al oído lo excitado que estaba de sentir mis pechos pegados a
su cuerpo. Yo me sentía húmeda pero en eso aparecía Carlota y se llenaban sus
ojos de lágrimas al ser traicionada por nosotros. Desperté acalorada y con
ganas de besarme con Armando sabiendo que no era lo ideal. Volví a dormir.
Al día
siguiente no dejé de recordar ese sueño, estaba consciente de que había
ocurrido por la razón de que él intentó besarme esa noche y a pesar de que
estuvo mal el sueño, no me lo quitaba de la cabeza. Esa tarde lo volví a ver
pero ya lo observaba diferente, la química había aumentado y como es muy guapo
no podía pensar en otra cosa que no fuera ese sueño nocturno con él. Lo saludé
con normalidad, olía delicioso, vestía elegante, limpio y sus labios me
incitaban al placer. Estuve muy atenta a lo que platicaba Carlota y en esa
felicidad de Armando al escucharla también.
Pasaba gran
tiempo con mi amiga y de vez en cuando me tocaba ver a Armando pero no a solas.
Mis sueños me perseguían cada vez más figurándome a Armando sobre mí, yo sobre
él o acostados de lado calentándonos nuestro cuerpo, por más que rechazaba esos
sueños en mi cabeza, no se iban. Después tuve que evitar salir con Carlota si
Armando estaría presente, no quería verlo porque ya las sensaciones me parecían
muy incómodas, no podía sobrellevarlo.
Armando no
me escribía, no me llamaba, actuaba como todo hombre debía de actuar estando en
esa posición de compromiso y estaba bien pero ¿Por qué había intentado besarme
aquella vez?, igual y se dejó llevar un poco y él sí pudo dejarlo de lado, no
como yo, que me era imposible dejar de imaginarlo.
La fecha de
la boda se acercaba y Carlota más me necesitaba, solía quedarme a dormir en su
casa, charlábamos horas, reíamos, comíamos juntas y a veces me tocaba
escucharla discutir con Armando, pero
dentro de lo normal, ambos estaban muy estresados lo cual era completamente
entendible. Un miércoles salí a correr muy temprano, di unas cuantas vueltas al
parque, disfrutaba de la naturaleza y esa mañana alegre y fresca, otras
personas caminaban, algunas también corrían, las aves cantaban y mi sudor ya
por mi cara escurría. Llegué a la casa, me dirigí a la regadera para tomar un
baño, bajé mi ropa al igual que me deshice de la ropa interior, dejé al
descubierto mi desnudo cuerpo, solté mi cabello y me hundí en esa agua
hirviendo, el chorro de agua llenaba toda mi piel de calor, vapor y profundos
deseos. Pasé mis manos por mis pechos, masajeándolos con delicadeza, bajé mi
mano derecha y con mis dedos palpaba mi clítoris que con el agua caliente había
ya endurecido, estaba demasiado excitada que no pude contenerme por
masturbarme, introduje mis dedos en mi vagina pensando en que Armando lo hacía
y no yo. Terminé en orgasmo, cansada y aún con enormes ganas. Me recosté sobre
la cama.
Estaba boca
abajo sin sostén y en bragas, había dejado la puerta abierta y es por esa razón
que Armando pudo entrar sin ningún problema, sus dedos tocaban mis pies, subían
por todas mis piernas hasta quedarse en mis ingles formando figuras irregulares
con sus yemas, la sensación era placentera, mi respiración aumentaba y paró al
momento en que hizo de lado mi ropa interior, en ese instante me giré hacia él,
metió un dedo que predeterminadamente había saboreado con su lengua, gemí y
pude sentir ahora dos, la fuerza ascendía y no me mantenía callada, mis gemidos
podían traspasar las paredes, lagos, montañas. Tres dedos me penetraban y su
lengua sobre mi clítoris ya se posicionaba, lo mordía con sus labios al mismo
ritmo que me masturbaba. Son esas ambas cosas las que me matan, por
consiguiente vino el orgasmo, mis piernas perdieron su fuerza, mis paredes
vaginales se contraían entre sí y mi clítoris hinchaba en dolor… descansé un
par de minutos. Sus pantalones estaban ya abajo, pasé mis dedos sobre sus
bóxers, acariciándole la erección, no aguanté más y se la saqué, estaba dura,
muy lista para ser lamida por mi boca, se la lamí por todos los lados con
objetivo de lubricarla, con mi mano derecha la sujeté y empecé a masturbarlo, noté
como el pre seminal comenzaba por salir de la uretra, volteé a verlo, sus ojos
miraban hacia arriba y su boca entre abierta jadeaba un poco, metí su glande en
mi boca para succionarlo con una ligera fuerza, mi lengua giraba alrededor de
su cabeza, mi mano tiró hacía atrás su prepucio y su miembro se adentró más en
mi boca, se lo chupaba al tiempo en que movía la piel que cubre todo su pene,
el sabor era rico y sus jadeos me calentaban más. Lo hice más rápido y fuerte y
entonces sentí su descarga, el semen se derramaba por mis labios y mi garganta
pasaba el resto del esperma expulsado.
Desperté
con mis partes íntimas calientes palpitantes, y sí, estaba sobre la cama,
semidesnuda pero sin él. Había sido otro más de esos sueños que estaban
atormentándome, me toqué las bragas y como era de esperarse estaban muy húmedas.
Era tanto
el deseo de estar con él que pensé en llamarle e invitarlo a casa, pero la
moral me inmovilizaba.
Se llegó el
día de su boda, y Carlota ahí estaba, luciendo ese vestido color mármol, bien
entallado y lujosa pedrería. ¿Qué decir de Armando?, bien peinado, vistiendo
traje oscuro, zapato impecable y una sonrisa encantadora. Sus manos lucían impacientes,
le sonreí de lejos, Carlota seguía en su habitación frente al espejo y yo ya la
esperaba afuera, Armando estaba por irse pues tenía que llegar antes que su
prometida, me acerqué a él después de la sonrisa que le brindé a distancia, no
pude decirle nada pervertido, ni contarle esas ganas incontrolables que tenía
de estar junto a él perdidos en la perversión, así que solo le abracé y le di
las felicitaciones. Nuevamente las fantasías aparecieron al sentir su brazo
pasar por mi cintura, otra vez percibir su olor y más que nada me alteraba la
cercanía, podíamos estar en ese momento en mi recámara haciéndonos garras pero
no, estábamos en situaciones diferentes y no éramos el uno para el otro; Carlota era para él y Armando para ella. Era
así de simple.
¿Podría
seguir con esos pensamientos inmorales?, debía hacer algo puesto que el deseo
se acabaría en el momento de realizarlo o peor aún, terminarían por desatarse
aún más los deseos y jamás llenarlos. Lo triste es que el mal ya estaría hecho.
-Mapachita