Lo conocí por una estúpida red social, no perdía nada en aventurarme a una nueva relación después de haberla cagado con el último. Es decir, era un buen tipo, sin embargo, algo demasiado cursi y eso no iba conmigo, a menos eso pensaba. Y lo deseché, algo muy habitual en mí.
Con esta nueva conquista todo parecía ir normal, salimos como unas 7 u 8 veces seguidas en las cuales no hubo nada de acción, no fue problema para mí porque no sentía nada de urgencia, a veces es bueno ir conociendo poco a poco a las personas antes de cruzar esa línea ya que suele perderse la magia o la expectativa si se genera en un abrir y cerrar de ojos.
Me llevaba 6 años, era alto, no era delgado pero tampoco obeso, su cabello muy arreglado, ojos color marrón y una enorme sonrisa, de esas que te hacen dudar de sus intenciones y eso es lo que genera un tipo de adicción hacia las personas. Y touché.
Todas sus actitudes llevaban a que yo me interesara más en él hasta el grado de sentir necesidad de su presencia en casi todo momento. No podría explicar exactamente su comportamiento, solo puedo decir que tenía ese factor de convencimiento tanto en sus palabras como en todas sus acciones.
Y es que era tanta su seguridad y fortaleza que empezaba por desearlo más y más y mucho más, era un hombre bien hecho. Varonil y con esos aires de ser inalcanzable, supongo que eso era lo que me atraía.
Y aunque mencioné que me era difícil describirlo podría hablar más de ello, pero vamos al grano…
Un viernes por la noche pasó por mí y nos fuimos a cenar, bebimos unos tragos y todo parecía ir normal. Después de cenar nos fuimos hacia su apartamento y al entrar como es común hacerlo fui analizándolo y viendo cada una de las cosas que tenía, y mi conclusión fue: o era un tipo muy ordenado o eso quiso aparentar.
Mientras estaba yo sirviéndome un vaso con agua sentí sus dedos deslizándose por mis piernas, de abajo hacia arriba, me tomó de sorpresa su acción y sin voltear a verlo bebí un sorbo de agua mientras solté una risilla traviesa.
Esa risilla traviesa no duraría por mucho.
No pude dar un segundo sorbo al agua porque ese cabrón me atacó por detrás, puso un cinto sobre mi cuello y mi garganta se cerró, por ende, mi respiración fallaba, y en ese momento lo único que pasaba por mi cabeza es que iba a morir y ya no quedaba nada más por hacer. Solo esperar. Pero mi respiración volvía lentamente, pues el cinto iba aflojándose poco a poco.
¿A qué juega ese bastardo? Primero intenta matarme y después regresarme la esperanza a la vida. ¿Estará bien de sus facultades? Intento correr ya una vez teniendo la posibilidad de moverme; uno por instinto busca la manera de sobrevivir y ese era el momento preciso para huir, pero él me detiene sujetando el cinto con fuerza, usándolo como correa y en ese instante caigo al suelo, de espaldas.
Veo como se empieza a acercar a mí y cuando comienzo a gritar pidiendo ayuda, él de su bolso saca un trapo y lo inserta dentro de mi boca, yo no puedo hacer nada porque su mano derecha sujeta mis ambas muñecas. Una vez que termina con lo del trapo vuelve a sacar algo más y esta vez es una cinta, como si de una película de secuestro se tratara. Me gira de modo que quede boca abajo y así poder encintar mis manos detrás de mi espalda.
¿Pueden imaginarme? Boca abajo mordiendo un trapo y sin poder moverme porque mis manos están atadas con una cinta mientras solo pienso en qué será lo que sigue con ese hombre que creía diferente y ahora sé que es un enfermo y puede ser capaz de todo, como de ¡¡MATARME!!!. Agonizo en llanto tratando de que alguien me escuche mientras grito con la boca llena y solo me lastimo donde mis mandíbulas están más abiertas de lo habitual y al soltar un grito los músculos se ven afectados por la fuerza que se genera.
Lo escucho reír sutilmente, parece que disfruta el ver mis fallidos intentos de pedir ayuda, quizá porque sabe que nadie me puede escuchar o puede que el verme en esa situación tan inferior donde él tiene total control se la ponga dura.
Empieza a acariciar mis manos hasta subir por toda la cinta la cual está mucho antes de que llegue a tocar mis codos. Sus manos me perturban. No puedo patalear porque él está sobre mí inmovilizándome. Acaricia mis piernas por un largo tiempo, se sitúa en mis chamorros apretándolos con mucha fuerza, yo en vez de gritar pareciera que gimo fuerte, pero es por el trapo que inunda mi boca. Y cuando estuve a punto de tirarlo fuera él ha puesto una tira de cinta sobre mi boca para evitar que lo hiciera. Se tiene que estar enfermo para semejante acción. Le detesto, ya no lo veo igual a como días anteriores. Me ha decepcionado, jamás pensé que pasaría de su ‘’cita’’ a su víctima.
Después de divertirse un rato con mis pantorrillas puso cinta sobre mis tobillos para inmovilizarme aún más de lo que ya estaba. Ahora era un hecho que por completo no iba poder moverme, estaba completamente a su merced. Mis esperanzas se disipan por completo, así que no me queda más que esperar.
Esa incomodidad de llevar vestido y no tener el control de mi cuerpo era denigrante, empezaba a sentirme que no valía nada, que lo peor aún no sucedía y estaba por suceder.
Su mano pasó de mis pies hasta mi ropa interior hundiéndose por debajo de mis calzoncillos y empezó a masturbarme. Yo solo gritaba y pataleaba pero era inútil hacerlo, mi grito era incapaz de salir, se queda dentro y mis piernas solo hacían sonar la cinta que las ataba. Después de jugar con mi vagina y sus dedos, esa humedad la deslizó por mis muslos, me da igual si era para limpiarse o por simple gusto de hacerme saber que había obtenido algo de mis jugos vaginales. Sentía un asco total ante tan aberración de su parte.
Después de eso no recuerdo algo adicional solo estar sola en mi bañera bajo el agua caliente y es cuando empiezo a observar las marcas y mi mente parece no querer recordar más.
-Mapachita