Parte I.
Las uñas de sus manos terminaban por encajarse un poco en mi cuello, no era fácil respirar ni soportar su
mórbido cuerpo sobre el mío, el sudor de la frente caía en la suave piel de mis
senos haciendo contacto con mi
transpiración.
Eso sucedía en mis sueños y despertaba asustada, parecía demasiado
real que eran capaces de quitarme la tranquilidad que requería tener todas las noches. No había motivo para que
aparecieran tales cosas tan desagradables en ellos, pero, sin embargo, seguían perturbándome las
noches, sus manos eran fuertes y mi cuello débil. Siempre despertaba dando casi
el último aliento, era como si volviera a vivir porque si no volviera en sí,
moriría en mis sueños y supongo que también lo haría en vida, ese era mi mayor
miedo, no quería ahogarme en mis propias pesadillas.
Tres días por semana iba a pasear al bosque, raramente me encontraba
con gente que también disfrutaban de una tarde rodeada de la naturaleza o
simplemente despejar la mente para después regresar a una realidad agotadora y hasta
triste. Yo lo hacía porque me generaba estabilidad emocional, me sentía tan
libre pero a la vez tan encerrada en ese bosque pero eso me hacía sentía feliz lo
fuera o no. Las familias paseaban sonriendo, jugueteando entre ellos y a veces
hasta con el perro, también lo hacían parejas de novios, se les notaba
enamorados, sus manos parecían estar encadenadas la una a la otra, niños
corrían de un lado hacia otro y los ancianos seguían su camino con pasos lentos
por la edad o el cansancio. Yo los veía y me llenaban todos de gusto, teníamos
algo el común, íbamos al bosque a ser felices aunque fueran a veces por pocos
momentos pero ahí estábamos, conectándonos con la vida espiritual, con la
naturalidad de los árboles, aves, agua y con nosotros mismos. Era maravilloso. Otras
ocasiones se encontraba el bosque vacío, si había suerte aparecían aquellos que
salían a correr para mantenerse en forma, me sentía bien si lograba ver a las
personas pero si solo era yo, de todas formas tenía que aprovechar el momento,
el aquí y el ahora.
Conocí un hombre interesante y al pasar unas semanas lo invité a mis
tardes solitarias, él accedió. Caminábamos mientras platicábamos alegremente, nos
mirábamos y sabíamos que entre nosotros había nacido una atracción, era
estúpido si lo negábamos así que un día nos besamos, el aire pegaba en nuestras
caras unidas, su saliva lubricaba mis pensamientos de lujuria, mismos que se
habían desencadenado de tan pasionales labios y excitantes caricias. Fuimos a
su casa un sábado, él estaba observando mi cuerpo, quería quitarme la
indumentaria para hacerme gemir de placer, no lo decía pero se le notaba y yo
también quería, no podía privarme de mis deseos, además, me parecía tan sexual
que necesitaba de su fuerza sobre todo mi ser, que demostrara lo tanto que yo
le gustaba y las ganas que sentía por mí y hacerle saber las mías hacia él.
La mesa estaba desordenada, había platos, un vaso, dos tenedores,
servilletas regadas y al resto se le podía denominar basura. Apartó todo de ahí
para acostarme y palpar mis piernas que temblaban al instante de sus sensuales toqueteos,
las cosquillas recorrían mi cuerpo y cada vez estábamos más cerca de fundirnos
en el gozo del sexo. Sacó mis pechos del sostén, los besaba enamorado pero
enloquecido de deseo, me lastimó los pezones, el dolor me hizo quererlo ya
dentro, no aguantaba un minuto más sin que me penetrara hasta lo más profundo,
se lo exigí con mis ojos a medio cerrar, jadeando y mi vagina lubricada quien esperaba ser penetrada...
-Mapachita
Urge la siguiente parte cory... Jos
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