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miércoles, 9 de noviembre de 2016


Noche húmed
Llego a tu departamento mojada por la lluvia, entro a la sala y no estás a la vista, me dirijo hacia el baño para hacer pis, termino y paso a observarme en el espejo, luzco realmente fatal, el rímel corrido, cabello enredado y para joder mis pezones bajo la blusa marcados.

Escuchas ruidos y corres a ver quién ha entrado, claro, soy yo. Te pido disculpas por haber llegado sin avisar y sin tocar la puerta, estaba abierta y seguir bajo la lluvia no me parecía nada agradable así que decidí entrar sin antes preguntar.

Y sé que no terminamos de la mejor manera la última vez pero necesitaba refugiarme; sabes bien que le temo al resfriado y a los relámpagos si voy caminando debajo de tantos árboles.
Después de mirarte con algo de culpa y pena, te abrazo como si todo estuviera bien, como si fuéramos los grandes amigos no como los ex novios rencorosos, el resto así lo haría. Yo no. Sentí que disfrutabas abrazarme y ¿para qué mentir? Tenía ganas de verte y de abrazarte.

Me preparaste café tal y como me gusta; cargado y sin azúcar.

Tenía frío, te noté observarme justamente los pechos, no pude hacer otra cosa que sonrojarme y me preguntaste ¿Es el frío o es que estás deseosa de mí? Te respondí que había sido la lluvia y tan solo te acercaste. Quizá eras tú el de las ganas de que yo estuviera junto a ti; de igual forma no tenía problema con eso, aún podemos disfrutarnos, pensé. Dudo en que pudiese yo resistir.

Al tenerte cerca cerré los ojos sintiendo las palmas de tus manos rodeando mis pechos lentamente y sin presionarlos tanto. Disfrutaba tus caricias tan suaves ocasionando que entrase en un estado de tranquilidad y de pronto ya tenía junto a los míos tus labios. Mordiste un poco el labio inferior sin darme un beso; no aún. Ibas tan despacio y yo esperando.

Besabas mi cuello con ligero erotismo y tus dedos presionaban mis pezones, bajaste hacia ellos y por encima de la blusa los lamiste, mordiste y más los endureciste. Empecé a jadearte un poco cuando dejaste mis senos de fuera, gozabas acariciarlos y llenarnos de saliva. Volteaste a verme y fue ahí cuando decidiste besarme, tu cautela disminuyó y lo hiciste con ganas y mucha fuerza.

Te sentaste en el sofá cargándome de frente, seguiste jugando con mis pezones y moviéndome sobre tu pene que aún estaba dentro de tus pantalones. Nos seguimos besando, tu lengua en mi garganta la sentía, por el momento era solo la lengua pero después iba ser otra cosa la que me tragaría.


-Mapachita

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