Noche
húmed
Llego a tu
departamento mojada por la lluvia, entro a la sala y no estás a la vista, me
dirijo hacia el baño para hacer pis,
termino y paso a observarme en el espejo, luzco realmente fatal, el rímel
corrido, cabello enredado y para joder mis pezones bajo la blusa marcados.
Escuchas ruidos
y corres a ver quién ha entrado, claro, soy yo. Te pido disculpas por haber
llegado sin avisar y sin tocar la puerta, estaba abierta y seguir bajo la
lluvia no me parecía nada agradable así que decidí entrar sin antes preguntar.
Y sé que no
terminamos de la mejor manera la última vez pero necesitaba refugiarme; sabes
bien que le temo al resfriado y a los relámpagos si voy caminando debajo de
tantos árboles.
Después de
mirarte con algo de culpa y pena, te abrazo como si todo estuviera bien, como
si fuéramos los grandes amigos no como los ex novios rencorosos, el resto así
lo haría. Yo no. Sentí que disfrutabas abrazarme y ¿para qué mentir? Tenía
ganas de verte y de abrazarte.
Me preparaste
café tal y como me gusta; cargado y sin azúcar.
Tenía frío, te noté
observarme justamente los pechos, no pude hacer otra cosa que sonrojarme y me
preguntaste ¿Es el frío o es que estás deseosa de mí? Te respondí que había
sido la lluvia y tan solo te acercaste. Quizá eras tú el de las ganas de que yo
estuviera junto a ti; de igual forma no tenía problema con eso, aún podemos
disfrutarnos, pensé. Dudo en que pudiese yo resistir.
Al tenerte cerca
cerré los ojos sintiendo las palmas de tus manos rodeando mis pechos lentamente
y sin presionarlos tanto. Disfrutaba tus caricias tan suaves ocasionando que
entrase en un estado de tranquilidad y de pronto ya tenía junto a los míos tus
labios. Mordiste un poco el labio inferior sin darme un beso; no aún. Ibas tan
despacio y yo esperando.
Besabas mi
cuello con ligero erotismo y tus dedos presionaban mis pezones, bajaste hacia
ellos y por encima de la blusa los lamiste, mordiste y más los endureciste.
Empecé a jadearte un poco cuando dejaste mis senos de fuera, gozabas
acariciarlos y llenarnos de saliva. Volteaste a verme y fue ahí cuando
decidiste besarme, tu cautela disminuyó y lo hiciste con ganas y mucha fuerza.
Te sentaste en
el sofá cargándome de frente, seguiste jugando con mis pezones y moviéndome
sobre tu pene que aún estaba dentro de tus pantalones. Nos seguimos besando, tu
lengua en mi garganta la sentía, por el momento era solo la lengua pero después
iba ser otra cosa la que me tragaría.
-Mapachita
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