Con
medias y sin ellas
A su mujer no le
gustaba usar medias sobre sus piernas y a él le encantaba que yo sí las usara
cada vez que me llevaba a la cama.
Deslizaba sus
manos sobre toda la distancia que ocupaban esas medias que tanto le excitaban,
volteaba a verme con ojos ardiendo en deseo y después volvía a situar su mirada
en mis lindas piernas. Me hacía el amor boca
abajo, solo me bajaba un poco la parte de mi trasero y de enfrente. Necesitaba
únicamente tener descubierto los orificios por donde iba a penetrarme y
mientras me poseía frenéticamente tocaba mis medias, le encendía que aún las
llevara puestas, terminaba por desgastarlas de tanto uso que les daba, así que
siempre necesitaba unas nuevas.
A mitad del acto
le gustaba bajar a mis pies, primero empezaba por las plantas, me giraba hacia
él para poder tocar mis dedos del todo bien, los acariciaba de mil maneras, su lengua y
dientes jugaban con ellos, después se dirigía a mis rodillas, era donde sentía
cosquilleos y le pedía que parara, entonces subía a mi vagina, me succionaba el
clítoris al tiempo en que sus dedos sobre mis piernas bajaban y subían, he de decir, que también le fascinaba pasar su pene por mis muslos, mis medias se
humedecían al tener contacto con su glande el cual en todo momento le escurría de su natural lubricante.
A veces
eyaculaba dentro, en mis glúteos, en mi cabello, piernas o en mis pies. En realidad donde se le ocurriera.
En ocasiones se
deshacía de mis medias y chupaba todos mis dedos, porque también le gustaba
sentir en su boca mi piel junto a la humedad que yacía en mis pies. Se
masturbaba en ese mismo momento y si no, era yo quien lo sujetaba con mis manos
su miembro y movía hacia atrás y hacia enfrente su prepucio. Para esto tenía
que estar sentada, a veces se me antojaba lamerle sus testículos y todo su
miembro, lo hacía y parecía que lo disfrutara más, en esas situaciones no
optaba eyacularme la boca sino directamente en mis pies y al tiempo en que el
semen caía, con mis manos o con estos mismos debía esparcir su esperma por
todos ellos. Mis dedos chorreaban y él se disponía después a ver, aún se
extasiaba.
Pero lo que más
le encantaba, era hallarse envuelto sexualmente por mis pies, amaba que lo
masturbara, una forma cansada pero para satisfacerlo de esta manera yo me
esforzaba, notaba su cara llena de lujuria y como este era su punto débil, la
mayoría de las veces no aguantaba mucho; las punzadas se apoderaban de él y
perdía la respiración, entonces se descargaba bañando la planta de mis pies con
su cálida descarga.
-Mapachita.
Estaría chido si contarás cómo encontraste el mundo de bondage, si fue desde muy joven o a qué se debe ese gusto por las ataduras, ojalá y nos cuentes
ResponderEliminarExcelente. . . Viene a mi memoria. ... jos
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