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lunes, 8 de mayo de 2017


Se veía realmente hermosa, una piel blanca, pálida y al acariciarla una fría sensación a mi tacto. El cabello lucía húmedo, seguí observándola y vi esos hombros descubiertos y al ver un poco más, me extasié con las clavículas que bien marcaban cada trazo bajo su alargado cuello. En su rostro existía una paz que jamás había notado en ella lo cual me generaba un sentimiento extraño pero al fin de cuenta provechoso.

Presioné con mi índice sus labios, eran tan carnosos, me acerqué para así poder morderlos; realmente fue embriagante. Me quedé asombrado al ver esa figura tumbada sobre mi mesa de trabajo. La abarcaba toda, de principio a fin. Sus piernas alargadas, sus manos quietas, era demasiado delgada que para mi gusto era perfecta, con una carita angelical y una que otra gota de sangre, bueno, en verdad eran muchas más que unas cuantas, que le añadía a su lienzo de mujer un mayor dramatismo sexual. Sí, quería devorarla pero no en sentido literal. 

Estuve unos minutos ahí parado, perplejo ante su belleza.

¿Debía besarla? O, quizá acariciarla desde el cabello hasta sus pies, entonces después de tanto pensar volví a acercarme a ella, hundí mi nariz sobre su cabello, en su cuello y detrás de sus orejas. Mi corazón palpitaba cada vez más acelerado y mis manos un tanto nerviosas me hacían perder el control. Necesitaba actuar o me volvería aún más loco.

Sabía lo que debía hacer, sin embargo, seguía inmóvil sin saber cómo empezar, no sería la primera vez que me encontraba en la misma situación, pero es que me cuesta trabajo comenzar porque una vez que empiece sé que llegará el momento en que he de terminar y mis ganas no se acaban, lo disfruto pero siempre estaré deseoso de más y es ahí donde todo se torna difícil, entro en una crisis de necesidad.

Los minutos pasaban y mientras lo hacían yo los contaba porque estaba atento al reloj; el tiempo nunca deja de transcurrir y solo necesitaba un segundo para darle inicio a esto. Entonces me animé a ya hacerlo.

Esta vez me había enfocado en ella no solo porque me resultaba bella ni por su mirada de color cielo que me hipnotizaba cada vez que me dirigía la mirada y haciéndome caer  después en un agujero negro en el cual me hacía dudar por instantes en si seguir con esto o cambiar mi metodología así no pensaría en un final. Por lo general elijo a toda adolescente que me resulte atractiva, raras veces las conozco un poco, la mayoría solo es que cierto días las noto. Pero con ella era y fue distinto. Sentía una conexión especial más allá de solo atracción física y esa noche mis instintos me dominaron, a mi dominio no le importó nada de la confusión en la que me encontraba así que pasó. Pensé que quizá esta vez podía hacer una excepción pero no.

Lamí sus pies, el sabor era demasiado bueno, mordí sus delicados dedos y los metí en mi boca, son de las sensaciones que más disfruto puesto que me encantan los pies. No quise subir por sus piernas, me atraían con mayor fuerza sus pechos con impurezas color sangre porque en sí eso era. Los presioné con fuerza mientras los lamía, imaginaba sus gemidos como si lo estuviera disfrutando y eso me prendía. Podría vivir el resto de mi vida al lado de ese desnudo cuerpo el cual ya mencioné que era perfecto. Jalé un poco sus vellos púbicos, estaban ligeramente recortados, eran color castaño, suaves y delgados, jugué con ellos aunque las prefiero sin nada sobre su pubis pero en ella no se veían tan mal. Era por la conexión que sentía al estar con ella, quizá. Pude perdonarle al instante la falta de estética. Aún seguía pareciéndome hermosa.

Mi olfato se adentró en su vagina, me gusta olerlas antes de pasar a penetrarlas. Sé que está mal pero omito el juego previo. La contemplé durante otros minutos, sabía que disfrutarla duraría poco, me hubiese gustado haber esperado más para esto o no tener que haber llegado a este punto pero era excesivamente tarde, de todas formas estaba entusiasmado aunque con miedo a lo que sería la resolución. Su figura me llamaba, dejé abajo la cremallera del pantalón, escupí sobre mi mano y entonces la pase sobre su vulva, coloqué mi pene frente a su entrada vaginal y empuje un poco solo situando el glande dentro, lo saqué y repetí el proceso un par de veces más, hasta que logré introducirlo por completo, fui considerable así que actué lentamente pero la furia llegó al tope de un segundo a otro, quería acabar con ella, ver su cara me provocaba más deseo por dominarla por completo, me pertenecía así que tenía que satisfacer todas mis ganas que había guardado por días aunque bien sabía que este delirio extraordinario sería efímero.

Sus pechos se movían hacia todo lado en que pudieran posicionarse al ritmo de mis choques contra su pelvis, ciertamente eran fuertes embestidas y aunque su mirada estuviera apagada mi hervor se mantenía elevado; podía estrujar su cuello las veces que quería y con todas mi fuerzas. Me excitaba perversamente, mis pulgares se profundizaron con alta presión en su cuello mientras el resto de los dedos perfeccionaban la acción, estaba consciente de lo que venía, por lo tanto, como estaba por eyacular y obtener el tan deseado orgasmo, propagué todas mis energías hasta poder escuchar un sonido de fractura, mi semen brotó presuroso embriagando su vagina y jadeé de tan extasiada culminación.

Lo que me enciende al situar sus desnudos cuerpos sobre la mesa, es que puedo disponer de ellos como yo quiera, sé que no habrá quejidos, no veré ningún rechazo sobre sus rostros, las penetraré las veces que se me antoje teniendo la elección de venirme en el momento idóneo como también decidir si lo haré sobre sus pechos, sus pies, su boca o en sus rostros y lo mejor de todo, es que, al presionarles el cuello es como asesinarlas por segunda vez, es una doble emoción porque como sabrán, una vez puestas sobre la mesa significa que están ya muertas, listas para cogerlas.
-Mapachita










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