Se veía
realmente hermosa, una piel blanca, pálida y al acariciarla una fría sensación a
mi tacto. El cabello lucía húmedo, seguí observándola y vi esos hombros
descubiertos y al ver un poco más, me extasié con las clavículas que bien
marcaban cada trazo bajo su alargado cuello. En su rostro existía una paz que
jamás había notado en ella lo cual me generaba un sentimiento extraño pero al
fin de cuenta provechoso.
Presioné con mi
índice sus labios, eran tan carnosos, me acerqué para así poder morderlos; realmente
fue embriagante. Me quedé asombrado al ver esa figura tumbada sobre mi mesa de trabajo. La abarcaba toda, de principio a
fin. Sus piernas alargadas, sus manos quietas, era demasiado delgada que para
mi gusto era perfecta, con una carita angelical y una que otra gota de sangre,
bueno, en verdad eran muchas más que unas cuantas, que le añadía a su lienzo de
mujer un mayor dramatismo sexual. Sí, quería devorarla pero no en sentido
literal.
Estuve unos
minutos ahí parado, perplejo ante su belleza.
¿Debía besarla? O,
quizá acariciarla desde el cabello hasta sus pies, entonces después de tanto
pensar volví a acercarme a ella, hundí mi nariz sobre su cabello, en su cuello
y detrás de sus orejas. Mi corazón palpitaba cada vez más acelerado y mis manos
un tanto nerviosas me hacían perder el control. Necesitaba actuar o me volvería
aún más loco.
Sabía lo que
debía hacer, sin embargo, seguía inmóvil sin saber cómo empezar, no sería la
primera vez que me encontraba en la misma situación, pero es que me cuesta
trabajo comenzar porque una vez que empiece sé que llegará el momento en que he
de terminar y mis ganas no se acaban, lo disfruto pero siempre estaré deseoso
de más y es ahí donde todo se torna difícil, entro en una crisis de necesidad.
Los minutos
pasaban y mientras lo hacían yo los contaba porque estaba atento al reloj; el tiempo
nunca deja de transcurrir y solo necesitaba un segundo para darle inicio a
esto. Entonces me animé a ya hacerlo.
Esta vez me
había enfocado en ella no solo porque me resultaba bella ni por su mirada de
color cielo que me hipnotizaba cada vez que me dirigía la mirada y haciéndome
caer después en un agujero negro en el
cual me hacía dudar por instantes en si seguir con esto o cambiar mi
metodología así no pensaría en un final. Por lo general elijo a toda
adolescente que me resulte atractiva, raras veces las conozco un poco, la
mayoría solo es que cierto días las noto. Pero con ella era y fue distinto.
Sentía una conexión especial más allá de solo atracción física y esa noche mis
instintos me dominaron, a mi dominio no le importó nada de la confusión en la
que me encontraba así que pasó. Pensé que quizá esta vez podía hacer una excepción
pero no.
Lamí sus pies,
el sabor era demasiado bueno, mordí sus delicados dedos y los metí en mi boca,
son de las sensaciones que más disfruto puesto que me encantan los pies. No
quise subir por sus piernas, me atraían con mayor fuerza sus pechos con
impurezas color sangre porque en sí eso era. Los presioné con fuerza mientras
los lamía, imaginaba sus gemidos como si lo estuviera disfrutando y eso me
prendía. Podría vivir el resto de mi vida al lado de ese desnudo cuerpo el cual
ya mencioné que era perfecto. Jalé un poco sus vellos púbicos, estaban
ligeramente recortados, eran color castaño, suaves y delgados, jugué con ellos
aunque las prefiero sin nada sobre su pubis pero en ella no se veían tan mal.
Era por la conexión que sentía al estar con ella, quizá. Pude perdonarle al instante
la falta de estética. Aún seguía pareciéndome hermosa.
Mi olfato se
adentró en su vagina, me gusta olerlas antes de pasar a penetrarlas. Sé que
está mal pero omito el juego previo. La contemplé durante otros minutos, sabía
que disfrutarla duraría poco, me hubiese gustado haber esperado más para esto o
no tener que haber llegado a este punto pero era excesivamente tarde, de todas
formas estaba entusiasmado aunque con miedo a lo que sería la resolución. Su
figura me llamaba, dejé abajo la cremallera del pantalón, escupí sobre mi mano
y entonces la pase sobre su vulva, coloqué mi pene frente a su entrada vaginal
y empuje un poco solo situando el glande dentro, lo saqué y repetí el proceso
un par de veces más, hasta que logré introducirlo por completo, fui
considerable así que actué lentamente pero la furia llegó al tope de un segundo
a otro, quería acabar con ella, ver su cara me provocaba más deseo por
dominarla por completo, me pertenecía así que tenía que satisfacer todas mis
ganas que había guardado por días aunque bien sabía que este delirio
extraordinario sería efímero.
Sus pechos se
movían hacia todo lado en que pudieran posicionarse al ritmo de mis choques
contra su pelvis, ciertamente eran fuertes embestidas y aunque su mirada estuviera
apagada mi hervor se mantenía elevado; podía estrujar su cuello las veces que quería
y con todas mi fuerzas. Me excitaba perversamente, mis pulgares se
profundizaron con alta presión en su cuello mientras el resto de los dedos
perfeccionaban la acción, estaba consciente de lo que venía, por lo tanto, como
estaba por eyacular y obtener el tan deseado orgasmo, propagué todas mis
energías hasta poder escuchar un sonido de fractura, mi semen brotó presuroso
embriagando su vagina y jadeé de tan extasiada culminación.
Lo que me enciende
al situar sus desnudos cuerpos sobre la mesa, es que puedo disponer de ellos
como yo quiera, sé que no habrá quejidos, no veré ningún rechazo sobre sus
rostros, las penetraré las veces que se me antoje teniendo la elección de
venirme en el momento idóneo como también decidir si lo haré sobre sus pechos,
sus pies, su boca o en sus rostros y lo mejor de todo, es que, al presionarles
el cuello es como asesinarlas por segunda vez, es una doble emoción porque como
sabrán, una vez puestas sobre la mesa significa que están ya muertas, listas
para cogerlas.
-Mapachita

jadee de tan extasiada culminación.
ResponderEliminarEs que me gusta con "i" jajaja ya actualicé pero con acento, saludos :)
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