Ella se veía demasiado sexy, la blusa le entallaba a la perfección su cuerpo de diosa. Me agradaba mirarla en todo instante, siempre le encontraba un nuevo aspecto que terminaba por encantarme aún más de lo que ya me gustaba. Sabía que ella también encontraba en mí esa atracción pasional y lo sabía por sus miradas, poses y por sus coqueteos indirectos. Eso hacía sentirme segura, el saber que no tendría problema alguno de poseerla.
Durante la ducha fantaseaba con ella, el solo imaginar que le introducía mi lengua en su boca me estremecía, necesitaba probarla y hacerla mía. Entonces era así como la veía en mis sueños mientras caía el agua de la regadera, aparecía ella junto a mí, su cabello mojado, su sonrisa pícara y esos labios que comenzaban por devorar todo de mí, parecía tan real pero despertaba y lo único verdadero era el orgasmo que mi cuerpo desprendía de tan rico sueño.
Llegó el momento
de de hablarle, me le acerqué y sin tantos rodeos la invité a mi casa, sabía
las intenciones, no es que no fuera tonta, sino que yo había sido muy obvia al
igual que ella. Y ahí estaba, en mi recámara con esa cara de traviesa que tanto
me excitaba, la pasé al baño y quité su indumentaria mientras la besaba, metí
mi mano en sus bragas para presionarle su clítoris y medio meterle mis dedos en
su vagina, su vulva estaba mojada de tan caliente que mis dedos la ponían. Nuestros pezones
rozaron y la energía aumentaba entre nosotras, sus labios ardían y los míos
querían seguir probándola, estaba deliciosa como lo había deducido. Nos
recostamos en mi cama sin ropa alguna, los besos no paraban, nuestros cuerpos
hervían de lujuria y deseos, moría por enlazarme a ella y sentir mi clítoris
contra el suyo, sería una sensación perfecta. Lo hicimos, coloqué mis piernas
justamente como deberían para estimular mi clítoris como ella el suyo, sus
jadeos eran impresionantes para mi oído.
Sentía que mi
cuerpo perdía el control, mi sangre bombeaba y pude tener el orgasmo, lo
alcancé antes que ella lo tuviera y al notarme extasiada lo tuvo con una fuerza
espectacular, sudaba de satisfacción y gemía como ramera. Qué rica nena. No
quería que aún terminara lo nuestro, pasé a sentarla tiempo después para
enloquecerme con su vagina, la masturbé deliciosamente, la saboreé desde el
cuello hasta sus pechos sin que mis dedos dejaran de moverse dentro de ella.
Olía a puta y eso me encantó, sus fluidos recorrían su vulva y entre más
jadeaba menos paraba de jugar con sus partes íntimas hasta que un orgasmo más
se apoderó de su cuerpo, lucía en un colapso sexual, su mirada perdida, sus
piernas tiesas y después sin fuerzas y con un último respiro,
entonces, la besé intensamente.
Grabate contando estas historias, sería excelente! Saludos
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