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sábado, 1 de julio de 2017


Parte II.
...
Román me embestía fuertemente y mis gemidos pasaban a ser gritos, cada vez que entraba su miembro en mi vagina, mi rostro describía dolor, temor, placer y confusión. Le pedía que se retirara, que no siguiera más pero eso le excitaba y continuaba haciéndome suya. Mis genitales desprendían calor, pulsaciones; algo de ardor. Desperté acelerada, mi corazón palpitaba precipitadamente y mis genitales seguían en su estado de excitación, había sido otro sueño más.

Tenía 2 llamas perdidas, eran de Lucero, le regresé la llamada, duramos como 5 minutos platicando, me marcaba porque me había conseguido una cita con un conocido de uno de sus novios. No tenía nada por hacer el siguiente día por lo que no le puse peros. Pero el hecho de imaginarme lo que había ocurrido con Gerardo aquella noche de alcohol me generaba nervios, no quería que esta cita llegara demasiado lejos porque no me sentía preparada por más que tuviera deseos pecaminosos. Quizá estaba exagerando pues solo sería una cita normal no era de que me fuera a prostituir la tarde siguiente. ¿Y si era feo?, miles de preguntas me venían a la cabeza.  

El día acabó, era ya la hora de vestirme para esperar a ese chico que Lucero había enviado a la casa y cuando por fin llegó, noté que no era de mi edad, sin embargo, no era tan viejo, además de que lucía muy pulcro y educado. Fuimos a comer, estuvimos riendo, contando chistes y conociéndonos, por supuesto. Me levanté para ir al baño y, ¡Oh, sorpresa!, me topé a Román, después de que pasaron días sin verlo, lo vi y fue tan cerca de mí, fue emocionante, tanto como para dejarme inmóvil. Me sonrió sutilmente a lo cual le respondí de igual forma, solo que más torpe. Entré al sanitario y miré fijamente el espejo, ahí lucía yo, con un vestido hermoso, cabello ondulado y ojos penetrantes, sonrojada por el momento que recién había pasado justamente afuera. Entré a orinar y al cerrar los ojos la piel se me estremeció, era imposible controlar todas las ganas que sentía por él, por experimentar, por conocer lo delicioso que se suponía que era el sexo pero él era inalcanzable.

Regresé a la mesa menos excitada y mi dialogo se volvió más soso de lo normal, mi acompañante, nombrado Everardo notó el cambio y decidió pagar la cuenta y llevarme a casa, durante el camino su mano acariciaba mi pierna, realmente es excitante el cosquilleo que se percibe pero me la quitaba de encima, aunque quería, debía abstenerme ante sus encantos y mis deseos. Al llegar y abrirme la puerta del auto para que bajara, se dispuso a retenerme sobre el lado de la puerta ya cerrada, queriendo probar mis labios y sus manos palpar todo mi cuerpo, su lengua era un torbellino en mi boca, me acarició sobre mis bragas, después las apartó y jugó con mi clítoris, sentía realmente rico, me estaba enloqueciendo con su perfecta manera de acariciarme, me zafé de él para que no prosiguiéramos a lo que tanto tenía ganas pero que evitaba y me arrastró hacia él, abrió la puerta del carro y me sentó, despegó mis piernas y hundió su cabeza en mí, la saliva inundaba mi vulva, me dejé llevar, pude disfrutar del oral que me estaba brindando, quería desprenderme de mi ropa y montarme sobre él, hacerlo delicioso sobre el auto pero no pasó de solo un oral. Dormí esa noche con una sonrisa en mi rostro, había avanzado ya un paso y los sueños con Román aún estaban presentes.

-Mapachita


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