La mamá de mi amigo
Soy un chico de
19 años, estudio la universidad y uno de mis mejores amigos se llama Pedro, por
lo general hacemos la tarea en su casa y es muy común el que su mamá, una
señora muy bien cuidada de 45 años nos hace de comer o en dado caso de cenar,
depende a la hora en que terminemos nuestras labores como estudiantes.
Son solo él y su
mamá, el padre los dejó ya hace años atrás y el punto es que para ser sincero,
siento que su madre me mira de una forma obvia y especial, soy un chico
atractivo, de ojos expresivos, juego fútbol americano por lo tanto tengo un
cuerpo ejercitado y no aparento 19 años. Las chicas suelen buscarme con regularidad
y me gusta jugar con ellas, solo les doy lo que buscan y paso así, de la misma
manera con las siguientes aunque siempre hay una que otra tonta que piensa que
le voy hacer caso como para una relación formal lo cual me es indiferente,
estoy en la mejor etapa de mi vida como para cerrarme al mundo que aún me
espera con nuevas experiencias.
Una ocasión Pedro
se metió a dar un baño y me quedé en su recámara viendo la televisión mientras también
repasaba unos proyectos finales, la puerta estaba abierta y escuché unos pasos
que se acercaban y fijé mi mirada hacia la entrada de la habitación y vi pasar
a su madre en ropa interior más no me
vio y sé que no sabía que yo estaba ahí porque al llegar a su casa,
mencionó Pedro que ella dormía. No podía quitarme su imagen de mi cabeza, una
tanga color carne transparente ayudaba a resaltar sus lindos glúteos y su vulva
con poco vello púbico con un sostén en tono rosado de encaje y su cabello algo despeinado
pero recogido, realmente hermosa y excitante.
En unos minutos,
intentó entrar al cuarto, pero, ¡Oh sorpresa!, me vio ahí, sentado y se
escabulló de inmediato para después regresar ya vestida, apenada y pidiéndome
una disculpa, al parecer creyó que estaba sola en casa a lo cual le mencioné
que no se preocupara y sin querer le dije que se miraba preciosa en esa tanga, lo
sé, ni si quiera filtré mis pensamientos, y vaya que la calentura que traía no
me dejó pensar en lo que tenía qué decir, sin embargo, colocó su mano con esas
uñas alargadas en tono rojo , y me susurró al oído, “Tú también me gustas” a lo cual no pude responder además de que en
eso entró Pedro, quien ni se percató del pequeño coqueteo que acabábamos de
tener.
Llegué a casa
cansado, tomé una ducha, me acosté en bóxer y mi mente le seguía dando vueltas
a esas caderas, y como era de esperarse, se me estaba endureciendo, me masturbé
pensando en esa mujer y ese recuerdo de sentir su mano sobre mi pierna como
también el susurro pegado a mi oreja, imaginando que sus dedos recorrían mi
entrepierna y acariciaba mi pene sobre el pantalón al mismo tiempo en que mis
manos se adentraban en su blusa… eyaculé.
Pasaron dos
semanas y hubo una reunión de los familiares de Pedro, obviamente por parte de
su mamá a la cual fui invitado así que asistí pero no solo sino acompañado de
una chica a la cual me estaba tirando cada sábado. Al llegar quedé fascinado
con la vestimenta de esa señora quien ya era la dueña de mis fantasías nocturnas
y mañaneras. Su vestido era corto, color púrpura, pegado a su encantadora figura, su cabello
ondulado y unos tacones que la hacían ver aún más alta de lo que ya era. Nos
saludó cordialmente pero noté algo en ella y era, que seguramente estaba algo
celosa. Acabó la cena y solo quedábamos nosotros, la chica, Pedro, su madre y
yo, bebíamos vino y uno que otro bocadillo para el antojo. Mi amigo había
estado yendo al gym durante esas dos semanas, por lo cual estaba agotadísimo y
nos dejó a solas para irse a dormir. La situación se puso tensa porque aunque
intentáramos hablar los tres, no se lograba alguna química ni comunicación
continua. Marcaron al celular de mi acompañante y tuvo que salir al patio. La
divina señora me sonreía, estaba algo pasada de copas y me pasó su mano sobre
el cabello de una manera seductora, podría asegurarlo. Me hice el indiferente,
como si no estuviese pasando algo entre nosotros ni suponer tampoco que pasaría,
pero ella, tan lista y decidida supo cómo manejarlo, se acercó a mí y me dijo
solo unas pocas palabras: “Vé a dejar a tu chica, después regresas que estaré
esperándote”. ¡Vaya impresión!, aunque lo más impresionante es que así como lo
ordenó, lo hice.
Al volver a casa
de Pedro, ella ya no estaba en la sala, así que tuve que dirigirme a su cuarto,
la puerta estaba entrecerrada, completé de abrirla cuidadosamente y entonces
fue cuando la vi, acostada, observándome y solo vestía una bata la cual dejaba
al descubierto su cuerpo con esa tremenda transparencia. Cerré la puerta.
Abrió sus
piernas, no llevaba nada puesto, mis manos se posicionaron en sus rodillas y mi
lengua embestía su vulva, su clítoris agrandado y me profundizaba en su vagina,
el olor era exquisito y junto con su humedad parecía el paraíso. Sus gemidos me
la ponía dura cada vez más y en mi cabeza solo pasaba esa idea de que estaba
por follarme a la mamá de mi amigo, 26 años más que los míos pero gemía tan
rico que dejé de lado mis pensamientos, me dejé llevar, me la comí a toda ella,
nos besamos como enfermos, me hizo el más rico sexo oral permitiendo que le
eyaculara dentro de su boca. Recuperé fuerzas de inmediato, la puse boca abajo
y por fin la penetré, lo hice fuerte y a ella le encantaba, lo estaba
disfrutando y yo estaba extasiado dándole lo que ella había estado esperando.
Quise penetrarla
sobre ella pero poder verle la cara y lucía verdaderamente perversa, con aún
más ganas de que le siguiera follando. Coloqué mi mano derecha en su cuello, su
respiración se agotaba lentamente, le daba un aire y continuaba haciéndolo…le
lamí sus pezones resaltados producto de la excitación como también la sujetaba de vez en cuando de las piernas. No usamos
condón, me dijo cuánto lo estaba gozando junto a esos gemiditos que erizaban mi
piel, se la saqué y me vine sobre su cara.
Una señora
demasiada pervertida pero con porte elegante, sería ese apenas el comienzo de
nuestra aventura, de la cual Pedro jamás se enteraría.
-Mapachita
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