Su pulgar lo pasaba por mi boca, recuerdo que le
gustaba pasar sus asquerosas manos sobre mis pechos que aún no estaban ni
siquiera desarrollados. Solía entrar a mi cuarto cuando yo dormía y satisfacer
sus más oscuros deseos, no estaba bien, sin embargo, no le podía detener, él
tenía el control y si yo decía algo mencionaba que nadie me iba a creer, podía
tener razón así que mientras me hacía suya, callé…
Mi madre dejó a
mi padre tiempo después de que yo nací, para pronto, ya contaba con un
padrastro, quien parecía al principio darme todo su amor, apoyo y protección
hasta que su comportamiento con el paso de los días, cambió. Ya no era una
bebé, me había recién graduado de 4º de primaria, no es que recuerde mucho pero
esa noche me llevaron a cenar y se llegó la hora de llegar a casa y poder por fin dormir. Digo “dormir”
porque se suponía que así lo haría, pero no, esa noche mi padrastro
interrumpiría en mi habitación y me despojaría de la pijama rosada que tenía
borreguitos pintados. Fue la primera vez que tuve un contacto íntimo con él,
obviamente forzado. Los ruidos me despertaron, la puerta se abría y el
despertador que estaba justo en el buró marcaba las cero horas, percibía que
alguien se acercaba, estaba oscuro y no podía ver su rostro…
-No hagas ruido,
me dijo. Sentí escalofríos al saber que era mi padrastro a quien siempre llamé
padre. Se metió debajo de las sábanas y comenzó a lamerme detrás de las orejas,
me quedé paralizada, sin saber qué hacer, para cuando menos imaginé estaba
sobre mí, levantó mi playera y sus dedos recorrían mis pezones que apenas se
daban a notar, bajó mi pijama e intentó penetrarme de lo cual tardó mucho para
hacerlo, era doloroso, tosco y aferrado, mi llanto se ahogaba en su mano, mi
madre no podía escucharme y su pene estaba por entrar por completo, mis partes
ardían, colapsaban al desgarrarse pero a él no le importó, me penetró hasta que
eyaculó, tomó las sábanas y salió de la habitación, al día siguiente tardé en
salir del cuarto, mi mamá me obligó a hacerlo porque tenía que comer y seguir
la rutina y ahí, en la mesa estaba mi padrastro, actuando con normalidad así
que fingí estar bien, creí que lo esa noche sería la única vez. Tan equivocada
estaba. Mi padrastro me llevó a la escuela, no mencionó nada de lo ocurrido ni
yo lo hice, antes de bajarme del carro, se despidió con un beso muy pegado a mis
labios y me dio una pequeña y ligera nalgada diciéndome que me portara bien
junto a una risa depravada.
Pasaban los días
y temía que la noche se llegara, en cualquier instante él podía entrar, el que
le pusiera seguro a la puerta no era una opción, tenía la llave. Llegaba por
las noches al cuarto y pasaba minutos tocando mis partes, después según él, me
hacía el amor. Era repugnante; tanto lo que conmigo hacía como lo era su olor.
Habían pasado ya
semanas, hasta que una noche entró muy borracho, me estrujó y hasta me abofeteó,
su lengua pasó por todo mi cuerpo, se bajó los pantalones y me atragantó con su
pene, el cual no sabía muy bien y olía mal, fue la primera y no última vez que
me obligó a hacerle sexo oral. Le gustaba que le mirara a los ojos mientras su
pedazo de porquería estaba dentro de mi boca, pedía gimiera lo que le provocaba
llegar más fácilmente al orgasmo, era un puerco desagradable y yo una niña
aterrada, controlada por su furia y descontrol emocional, fueron demasiadas las
ocasiones que abusó de mí, nadie supo, era nuestro secreto, él decía que era su
niñita y después pasaría a ser su mujer. Qué tontería.
-Mapachita
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